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Para estar con Dios además de la Iglesia podemos hacer de nuestro corazón un Oratorio en el que nos retiremos a menudo para conversar con Él.
Detengámonos con la mayor frecuencia posible para adorar a Dios desde el fondo de nuestro corazón y pedirle ayuda, ofrecerle nuestro corazón y darle gracias.
Una de las prácticas más santas y necesarias en la vida espiritual es ponerse en la presencia de Dios, acostumbrarnos a su compañía, hablando humildemente y entreteniéndose amorosamente con Él en todo momento, especialmente en época de tentaciones, de penas, de aridez, de disgusto e incluso de infidelidades y pecados.